"Diana Iniesta o la prolongación de la fiesta"

Esta es la primera crítica que hace de mi un crítico de arte, Ramuntxo Robles, a quien agradezco el trabajo y tiempo dedicados.


Me hace ilusión compartirla con vosotros:

“Reflejo de un verano”, “Noviembre”, “El canal de Urdax”, “Landaberroa III”, “En Bértiz”, “Robles en Bértiz”, o “Reflejo de una primavera” podrían ser títulos de los capítulos de una novela amorosa con mucho color ubicada en el Valle del Baztán (inspirada en el cuadro “Lujo, calma y voluptuosidad de Matisse”), pero realmente son títulos de cuadros de Diana Iniesta.

Diana es una pintora natural de Sabadell que se alejó del “ruido y la furia” de su trabajo en Barcelona, buscando el sosiego de alma, la sencillez de un hábitat que pueda llamar suyo...

El resultado son estos cuadros de vivos colores, más bien con reminiscencias de Monet, Cezanne y Apezetxea (su último maestro de pintura hasta la fecha, y guía permanente), como cicerone este último en el modus vivendi de Erratzu, donde la catalana mora y enseña.

Y lo que enseña, para deleite de los que conocemos su estudio, son los paisajes de un valle tan conectado con el nacimiento y primer discurrir del Bidasoa como es un valle tan lleno de historias, mitos y silencio en invierno (salvo el Carnaval de Ituren), y ruidoso jolgorio en verano (como en el Baztandarren Biltzarra).

Pero centrándonos en la estética de esta joven y trabajadora pintora, podemos fijar su relación con Cezanne, Monet y Hartung en distintos cuadros. Y salvo los 2 abstractos (recuerdan mucho a la estética de Klee y Hartung), que parecen la abstracción de cortezas de árbol en algún sosegado estanque (los cuadros se llaman “Reflejo de un verano” y “Reflejo de una primavera sosegadamente”) Diana se centra en lo figurativo en general y en la representación de bosques y árboles en particular. Y no es extraño, dado lo frondoso del valle.

En los 2 cuadros “abstractos” juega con la gradación de colores atemperándolos conforme se plasman en la naturaleza, conforme las sucesivas estaciones se suceden. Y no es empresa fácil, ya que tiene que sustraerse a lo que primero ven sus ojos para, en complicidad posterior con el espectador, hacer unos cuadros que absorban al espectador de toda dato objetivable, ayudándole a sentir más por sí mismo.

Uno de los cuadros (“Róbles en Bértiz”) recuerda mucho a la parte superior de “Les Grandes Baigneuses” de Cezanne, sobre todo en lo espigado de los troncos y en su entrecruzamiento. Aunque seguro que en el cuadro de Cezanne no son robles, sino álamos, más propensos a crecer cerca de los ríos; aunque el efecto estético como de multienervadura de Catedral gótica es el mismo.

Y en este cuadro ya se ve una mayor influencia del precursor del cubismo, que luego devendrá en abstracción: no sé si ese es el objetivo de Diana, pero en todo caso cualidades no le faltan, y mucho menos para probarse a ella misma y alternar corrientes estéticas aparentemente contradictorias.

Y todo poco a poco, repitiendo y repitiendo un mismo motivo como Cezanne en la Montaña Santa Victoria, o Monet en la Catedral de Ruan. O Apezetxea con Gorramendi, y su postcezzanismo del Bidasoa influenciado por Vázquez Díaz, natural de Huelva como Ricardo Baroja y su casa familiar en Bera de Bidasoa...

Y es este último pintor, Monet, quien con su idilio con la naturaleza sea más capaz de embelesar a simple vista, como Diana con los cuadros de Bértiz Arana (sin contar el de los robles), donde recoge para luego mostrar su gusto y su capacidad para ir mostrando el color de la naturaleza conforme a su ritmo vital y estacional, y cuidando la sutileza de encontrar nuevas perspectivas representacionales como el cuadro “El Canal de Urdax”, con un punto de vista de salmón del Bidasoa.

Y ese cuadro, noviembre, de blanca fronda de árboles en sucesión frontal de aire de lo más surrealista, como de sueño de Magritte.

Multiples influencias para una pintora que vive mostrando su inmenso amor al arte, y su gran capacidad para adaptarse a cualquier estilo, poco a poco, sin prisa pero sin pausa... como los buenos vinos.

Y espero que la fiesta se prolongue mientras haya calidades cromáticas que representar, en un terreno tan plagado de combinaciones voluptuosas de colores como en este pequeño valle navarro del Pirineo occidental que es el Baztán.

Ramuntxo Robles.


El artículo completo más los cuadros, incluidos en este blog, pueden consultarse en:

http://www.euskonews.com/artaretoa/0534zbk/curriculum_es.html